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Purloined Letter, The

Index: Las kenningar, Historia de la eternidad, OC,Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 1974. 373n. Abenjacán el Bojarí, muerto en su laberinto, El Aleph, OC,Obras completas. Buenos Aires: Emecé, 1974. 600. H. Bustos Domecq, Seis problemas para don Isidro Parodi, OCC,Obras completas en colaboración. Buenos Aires: Emecé, 1979. 17. El cuento policial, BO,Borges, oral. Buenos Aires: Emecé/Universidad de Belgrano, 1979. 65. Novela policial, science-fiction y el Lejano Oeste, ILN,Introducción a la literatura norteamericana. Buenos Aires: Editorial Columba, 1967. 56. Prólogo, MCP2,Los mejores cuentos policiales (2). Madrid: Alianza, 1983. 8. La carta robada, Edgar Allan Poe, MCP2,Los mejores cuentos policiales (2). Madrid: Alianza, 1983. 24. 19 de febrero de 1937, Reseñas, TC,Textos cautivos. Barcelona: Tusquets, 1986. 95. 2 de abril de 1937, Reseñas, TC,Textos cautivos. Barcelona: Tusquets, 1986. 114. Edgar Allan Poe, TR2,Textos recobrados 1930-1955. Buenos Aires: Emecé, 2001. 264.
Type
T

Poe detective story, 1845

Parodi: “La carta robada”, cuento policial de Edgar Allan Poe (cf. “Palabra” §9), publicado en 1844, donde la solución del enigma está a cargo del detective Auguste Dupin. En una reseña publicada en El Hogar en 1937 (“The Paradoxes of Mr. Pond", de G.K. Chesterton), Borges escribe: “En algún memorable cuento de Poe, el obstinado jefe de la policía de París, empeñado en recuperar una carta, fatiga en vano los recursos de la investigación minuciosa: del taladro, de la lupa, del microscopio. El sedentario Augusto Dupin, mientras tanto, fuma y reflexiona en su gabinete de la calle Dunot. Al otro día, ya resuelto el problema, visita la casa que ha burlado el escrutinio policial. Entra, e inmediatamente da con la carta... Eso ocurrió hacia 1855. Desde entonces, el incansable jefe de la policía de París ha tenido infinitos imitadores; el especulativo Augusto Dupin, unos pocos. Por un “detective” razonador −por un Ellery Queen o Padre Brown o Príncipe Zaleski− hay diez descifradores de cenizas y examinadores de rastros. El mismo Sherlock Holmes − ¿tendré el valor y la ingratitud de decirlo? − era hombre de taladro y de microscopio, no de razonamientos.” (Cautivos 289). Sobre Dupin cf. también infra §13.